En Covadonga en el año 722 comenzó la reconquista de una España dominada por los árabes.
Allí, según las crónicas, el místico Don Peayo (Primer rey astur), derrotó a los árabes creando el germen de lo que 500 años después tras largas guerras, se constituiría como España.
Cangas de Onis
Fue capital del Reino de Asturias hasta el año 774. Aquí se estableció el rey Don Pelayo, y desde aquí emprendió con sus gentes acciones sobre los territorios del norte de España, como único foco de resistencia al poder musulmán, una vez desaparecido el Reino visigodo.
Basílica de Nuestra Señora de Covadonga
En el interior de la cueva el rey Alfonso I el Católico (739-757) construyó en 740 una iglesia de madera de tejo con tres altares dedicados a la Virgen María, a San Juan Bautista y a San Andrés. Esta iglesia recibía el nombre de Templo del Milagro porque era milagroso como podía mantenerse volada y colgada de la montaña. Encomendó la custodia del lugar a los monjes benedictinos.
En 1777 un incendio destruyó el antiguo templo, que se encontraba contiguo a la Santa Cueva donde se veneraba y se venera a la Virgen de Covadonga (La Santina), conmemorativo de la batalla de Covadonga. Igualmente ardió en su totalidad lo que contenía la cueva, que estaba completamente recubierta de madera. Se decidió entonces levantar uno nuevo a modo de monumental santuario, para lo que se pidió limosna en toda España, con la oposición del cabildo, ya que los canónigos querían reconstruir el templo de la Santa Cueva y el santuario ideado por el arquitecto Ventura Rodríguez, que nunca pudo llevarse a cabo.
El empuje definitivo para la construcción no llegó hasta un siglo después y sería el rey Alfonso XII el que se interesase en la conclusión de esta obra. El diseño clasicista de Ventura Rodríguez, de difícil y costosa construcción, dará paso a un diseño neomedievalista. La idea original de este nuevo proyecto fue del erudito alemán Roberto Frassinelli, conocido como el alemán de Corao, que era gran dibujante pero no era arquitecto y tuvo que ceder su puesto al arquitecto Federico Aparici, titulado de la Academia de San Fernando; aun así el alemán tuvo tiempo de dirigir las obras de la cripta.
Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción y Monumento a Don Pelayo
Puente romano sobre el río Sella
El Santuario de Covadonga
Muchos son los elogios que ha recibido este bello paraje por todos sus visitantes ilustres.
El Altar Mayor de España o el trono roquero de la Santina no es solo naturaleza o religión sino la voz silenciosa de la historia de España.
Los lagos de Covadonga
Don Pelayo. Caudillo astur. La personalidad de Pelayo ha sido mitificada a lo largo de los tiempos hasta rodear al personaje de un aura heroica casi sobrehumana. Las fuentes más fiables indican que formó parte de una de las familias de la aristocracia del norte de la Península, quizá de origen visigótico, asentada en la cuenca del Sella.A raíz de la derrota y muerte del rey Rodrigo, ante los invasores árabes, en la batalla del Guadalete (711), se produjo el súbito colapso del reino visigótico y la caída de la península Ibérica en poder de los musulmanes. Según las crónicas musulmanas, Pelayo estuvo en Córdoba como rehén. Alrededor del 718 organizó en el norte una revuelta contra el pago de los impuestos exigidos por los nuevos gobernantes, que desembocó en una guerra abierta.
Aprovechando su conocimiento del terreno, los sublevados acosaron a las tropas árabes, poco habituadas a combatir en regiones tan abruptas y con un clima tan frío. En el 722, Anbasa, gobernador árabe de la península Ibérica, envió un ejército para aplastar, de una vez por todas, la revuelta. Pelayo y sus seguidores atrajeron a la fuerza expedicionaria, compuesta seguramente por unos pocos miles de efectivos, que ya habían logrado diversas victorias, hasta los valles de Covadonga, donde cántabros y astures se habían hecho fuertes. Su formidable posición defensiva no pudo ser conquistada ni por las tropas beréberes, acostumbradas a combatir en terreno montañoso, que formaban parte del contingente musulmán.
Por último, los atacantes se vieron forzados a emprender una retirada que se tornó desastrosa cuando Pelayo se lanzó en su persecución hostigándolos sin tregua. Al fin, posiblemente, tras haber reforzado sus efectivos, entabló combate franco y derrotó a los musulmanes en Olalíes (actual Proaza), tras lo cual estableció su capital en Cangas de Onís.
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